La vida está llena de disyuntivas a las que uno se tiene que enfrentar y por
supuesto decidir por qué camino apostar. Acertar o equivocarse solo el tiempo
será juez de esa decisión.
Pertenezco a una generación en donde la medicina convencional forma parte de
nuestras vidas. Desde pequeños cuando te acatarras, tienes gases, te duelen los
dientes o tienes anginas vas al médico que él sabrá que te tienes que tomar
para ponerte bueno, los padres no lo cuestionan, es lo correcto porque lo dice
el médico, punto. Pero con el paso de los años y después de superar la niñez,
la adolescencia y convertirte en un adulto capaz de dialogar, exponer tus
ideas, debatir sobre ellas y entrar en un mundo laboral tremendamente
competitivo te conviertes en una persona con capacidad de discernir entre lo
conveniente o lo errático.
Si la medicina convencional hasta ahora ha sido dogma de fe, entre otras
cosas, porque así nos han educado, llega un momento que aprovechando los medios
telemáticos existentes, concretamente Internet, tenemos al alcance de la mano
la información necesaria para ilustrarnos un poquito más, solo hace falta
tiempo y ganas de aprender.
Con 39 años la vida me puso, sin quererlo ni buscarlo, en la disyuntiva de
aceptar lo que los médicos me aconsejaban o buscar otras alternativas. Difícil
elección, lo conocido y socialmente aceptado o lo desconocido (en nuestra
cultura) y socialmente denostado.
La vida me ha enseñado que entre el blanco y el negro existe una gran
variedad de grises. A estas alturas no voy a poner en tela de juicio los
avances de la medicina convencional sobre todo en el campo de la cirugía pero
también creo en terapias alternativas existentes desde hace miles de años y con
resultados palpables. Al margen de disputas entre ambos colectivos, tengo la certeza
de ser un problema de culturas, y entre tanto el ser humano en vez de aunar
conocimientos entra en confrontaciones sin sentido con un claro perdedor, "el
enfermo"
Y eso me ofreció Lina, abrir la mente, no encasillarme en lo políticamente
correcto sino aceptar que para llegar a un destino concreto no siempre lo más
rápido es lo más correcto. Vivimos en el mundo del "ya", todo lo
queremos cuanto antes mejor, hemos perdido la paciencia, el valor de la
resignación y esto conlleva a la falta de tolerancia y pérdida de tranquilidad.
Cuando vamos al médico porque nos duele .... lo que sea, queremos que nos dé
una pastillita milagrosa que nos quite el dolor cuanto antes, las
contraindicaciones de dicha pastilla o los efectos secundarios que con el
tiempo nos puedan generar no interesan, queremos quitar el dolor
"ya".
Por esto hablaba en mi anterior relato que el camino que Lina me había
enseñado a veces era de espinas.
El primer día que fui a la consulta de Lina me puso un régimen de comidas
leonino, nada de grasas, nada de cerdo, las bebidas carbonatadas
prohibidísimas, lácteos de vaca cero, repostería industrial ni probarla,
alcohol ni de coña ...... a lo mejor es más corto contar lo que podía tomar que
lo prohibido.
Por otro lado los masajes en los pies, ¿masaje? error, eso no es un masaje,
sería más adecuado llamarlo calvario.
Gimnasio, 3 veces por semana sobre todo aeróbico.
Bueno, voy a desdramatizar, las bondades son infinitas.
Lo primero que tengo que añadir es que ella es psicóloga y mientras que te
está martirizando los pies te analiza de arriba a abajo.
Me ha enseñado a comer, a sosegarme, dar valor a lo realmente importante, a
tener paciencia, a saber analizarme, ser crítico conmigo mismo, gestionar
situaciones complicadas, templar mis nervios, no alterarme, en fin, me ha
enseñado a vivir, a disfrutar de la vida y a ser feliz.
En resumen, es una terapia que requiere esfuerzo, trabajo, aceptar ciertas
privaciones y mucho tesón y constancia pero a cambio recibes mucho bienestar,
ser dueño de uno mismo y la satisfacción de haber vencido a las muletas, a la
silla de ruedas y negar la mayor a mi queridísimo médico "el veloz"
Durante estos años he llegado a una certeza para mí absoluta
"cuando el alma llora, el
cuerpo se resiente"
Y Lina te sana el cuerpo y el alma
Chiqui
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