Sí, me había tocado la peor, la esclerosis múltiple progresiva, la que es
una línea tendida ascendente que nunca va para atrás o eso era lo que nos había
dicho mi amigo el veloz, por ello progresivamente empezaría con las muletas
seguido de la silla de ruedas, me quedaría ciego y finalmente caería en
coma.
Con el paso del tiempo me he enterado de que existen dos tipos de
progresivas, primaria y secundaria, una es con brotes y la otra no, en teoría
la mía es con brotes.
Después de nueve años todo esto me suena a chino y la verdad es que no hago
caso a todos esos pronósticos devastadores y por supuesto no me afectan en
absoluto.
Un par de meses antes de ir a Barcelona a que me dieran la maravillosa
noticia de mi E.M. progresiva, me había planteado, en vista de que no me daban
soluciones que me convencieran, buscar alternativas al margen de la medicina
tradicional o mejor dicho, la única que conocía.
Mi suegra me había hablado de una terapia de medicina china (esta sí que es
tradicional, no en vano tiene más de 3.000 años de historia) que daba muy
buenos resultados llamada reflexología. Principalmente trata de que a través de
unos masajes en los pies, regularizan el correcto funcionamiento de todo
nuestro cuerpo. A mí todo aquello me sonaba a cuento chino, nunca mejor dicho.
Por regla general soy una persona que me gusta meterme en todos los charcos
y esta vez no iba a ser menos así que llamé, me dieron cita y para allá que
fui.
Al llegar me recibió la secretaria de la homeópata, Emilia se llamaba.
Emilia era una mujer de edad avanzada, muy seria, con gesto estricto y parca
en palabras. Me miró y dijo
- Eusebio?, pase y siéntese vamos con retraso, va a tener que esperar
un rato.
Me dieron ganas de contestar
- ¡A sus ordenes!
Era un chalet muy coqueto, ubicado cerca de la estación de Las Matas,
con una entrada que habían acondicionado para que fuera una especie de sala de
espera.
Lo primero que percibí fue fuerte olor a sándalo que inundaba todo el hall,
seguido de un silencio sepulcral solo interrumpido por el ruido que emitía el
agua de una fuente ubicada en una de las esquinas de la estancia y una persona
con los pies acomodados en una especie de revistero, cubiertos por una toalla y
haciendo una especie de meditación a lo "Zen" ...... ¿¿¿??? Me descolocó
un poco, bueno, mucho, mejor dicho, muchísimo. Solo me venía a la cabeza
una frase, "Dios en dónde me he metido" Las historias de mi
suegra, esto me pasa por hacerla caso.
Después de esperar aproximadamente 20 minutos apareció en la sala la
terapeuta seguida del paciente que acababa de atender. Se sentó en el sitio que
había dejado el paciente anterior (el que estaba meditando), puso los pies
encima del revistero y la terapeuta se los envolvió en una toalla. ¿Sería un
ritual?
Me invitó a pasar no sin antes darme una toalla pedirme que me descalzara y
que dejase mis zapatos en una bandeja de mimbre que había específica para ello.
Llegamos a una habitación de estructura armoniosa pintada con colores
cálidos y que transmitía paz, mucha paz. El mobiliario constaba de una
estantería llena de libros, cuadros dibujados con diferentes variantes de pies,
otro cuadro con el símbolo del OM (símbolo que hace referencia a la
espiritualidad de la cultura hindú) un taburete donde se sentaba ella y
enfrente una butaca para el paciente, se me olvidaba a la derecha de la butaca
un enorme Buda con cara risueña.
- Buenos días, me llamo Lina, en que puedo ayudarte
- Yo soy Chiqui y vengo porque me han diagnosticado Esclerosis
Múltiple y no tengo claro que debo hacer para sobrevivir dignamente.
- No te preocupes, todo tiene solución. Primero vamos a valorar en qué
fase te encuentras y después tomamos las medidas oportunas.
Que no me preocupe? y me lo dice tan tranquila.
Lina es la tranquilidad y la espiritualidad hecha realidad.
Es una mujer de mediana edad, alta, morena de melena larga y muy latina, con
cara agraciada y de gestos suaves, dulces y armoniosos.
A decir verdad yo entré en esa consulta con un escepticismo desmedido y
nueve años más tarde, asistiendo todas las semanas a la consulta me considero
un entregado a la causa.
Lina lo que hizo (por lo que me convenció) fue facilitarme un sendero por el
que caminar, en muchos casos de espinas, pero al fin y a la postre un camino
por el que guiarme, una hoja de ruta.
18 de mayo de 2.005, una fecha inolvidable, el día que Dios, con ayuda de mi
suegra, me puso en contacto con Lina. Desde aquel día beso por donde pisa.
En la siguiente entrega os contaré los detalles por los que me cautivó esta
mujer.
Chiqui
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